martes, 3 de noviembre de 2009

NUESTROS SILENTES DESEOS

Amiga, en mis recuerdos nunca he dejado de jugar con tus labios
de sentir tu aliento en mi rostro.
Querida, cuando camino solo, siento tu brazo colgando del mío.
Escucho tu risa y tus múltiples historias de amores. ¿te acuerdas de las mías?.
Amante eterna, de prohibiciones virginales, de manos atadas y de labios fundidos.
Cuántas veces quise correr contigo. Cuántas veces callé.

Pudimos estar juntos,
Pero la brisa costera se llevó nuestros silentes deseos.
fue culpa del censurante miedo a la mirada inquisidora, al grito popular.
Boca cerrada, lengua adormecida... palabras sin pronunciar
amistad fuerte, provocadora y fiel, que esconde la verdad.

Nunca fuimos uno, no siempre lo quise así.
Hubo una historia trunca, sin climax, ni final.
Caricias sin orgasmos, Amor mal hecho. Amor de día, amor despierto.
Manos apresadas... cuerpos deseados.
Solo bésame. Solo mira mis ojos. Solo toma mi mano.

El tiempo pasó dejando sabores, llevándose consigo las esperanzas
dejando la nostalgia y trayendo la rabia de no haber llegado más allá.
El recuerdo esparció la duda...
pero golpea el rostro con imágenes y sensaciones hermosas

jueves, 15 de octubre de 2009

IMÁGENES CORTADAS Y PEDAZOS PERDIDOS


Fueron sueños... imágenes cortadas
Un lapsus de fantasía en medio de un montón de realidad
Fue un juego de grandes ...
de grandes que de niños querián ser grandes para poder jugar.


Blanca, tersa y sola... tu piel irradiaba soledad
Puse mi oscuro cuerpo a tu lado
Corriste para seguir sola
Soñé despierto y seguro eras tu la que estaba ahí.


Me mirabas como una niña asustada
Yo también temblaba
Sentías como una mujer, me sentías a mi
eres una mujer hecha... lista y dispuesta al placer


Niña de ojos decidores
De sonrisa eterna
De cuerpo quemante
De corazón gigante


Son trozos de historias esparcidos
pedazos perdidos
Son cuentos fantasiosos
Lugares inventados


Sentidos comunes
Negaciones impropias
Deseos aplacados
trancas viejas


Temores nuevos...


Suave tu cuerpo, hermosos tus pensamientos
Eres de antes, de tiempos sinceros
Creces como nadie... aunque sin claridad
Empuñas la fuerza de la nueva vida... y solo con eso sabes que lo lograrás


Con el tiempo de seguro también te atraverás
Sentirás la carne morena solo por que tu querras
Y será lindo...

jueves, 23 de julio de 2009

Historias vivas de fuego y agua

El sol quemante en la punta de la tierra

se fue ocultando tras las húmedas nubes

y el encandilante verde de los soldados de madera.

la arena seca, extensa y salina

los monstruos de fuego y humo

y los ingratos cráteres de agua

saludaron con recelo a los grandes lagos

y a las apoteósicas venas de vida tan escasas en la gran Atacama.

Recelos de mundos incomparables… tan solo cada uno es en si.

De la piel oscura y cómplice del perenne sol,

a la piel húmeda y más clara del hombre del agua.

De la vicuña siútica y hermosamente estilizada

a la fuerza de los Toros sembrados en el campo verde.

De la Parina a la bandurria.

De lagos y ríos, de mapuches, williches y lafquenches.

De cielo claro y tierra árida –fértil de minerales y vida- de Lickanantay y Quechuas.

2500 millones de pasos para cruzar de un lado al otro

Y encontrar a la cara indígena latinoamericana calcada ya sea por el sol o por el agua.

Gracias amigo lickanantay, con su permiso amigo williche.

miércoles, 18 de marzo de 2009

ROBO DE MEMORIAS

Me robé su memoria,
Ella se dio cuenta cuando lo hice
No alcanzó a forcejear, pero si me miró con impotencia.
apagó su conciencia... y de ese momento su nueva moral esta lista para ser esculpida

Pero ya pasó, ahora no siente nada hacia mi.
ya no tiene como saber de su pasado
No tiene como saber que daño le cause, incluso antes de robarle su memoria
No es que lo haya olvidado, es solo que ya no tiene su memoria.

Lo que si, soy yo quien recuerda sus felicidades y tormentos
En muchos de ellos estuve ahí.
Pero que monótona y aburrida ha sido su vida
Que básicos sus arribismos y sus frustraciones

Ay que vida...
Creo que hoy desconectaré mi memoria también
que olvidaré lo bueno y lo malo
Que tallaré una nueva memoria

jueves, 10 de enero de 2008

Carbón de Espino

El hacha mostró su rostro al nubarrón que oscurecía el valle, sin brillo y con la sangre blanca que acababa de ser robada del árbol que ya comenzaba a morir.

El frío fierro fundido no sintió ningún remordimiento en volver a caer y romper una y otra vez al indefenso vegetal. Cada golpe agotaba la vida, cada arremetida era un poco más de muerte.

La rigidez del metal era un reflejo del caparazón frío del alma del leñador. La flacidez del tronco café y añoso, demostraba el sentimental espíritu que se aprontaba a abandonar el agonizante cuerpo leñoso.

Sin embargo, lo más triste de todo era comprender cada idea que recorría la mente del imponente monumento de palo, su angustiante mirada era un claro atisbo del temor que sentía al ver la muerte tan cercana.

El solo hecho de pensar que sus restos seguramente terminarían alimentando a una hoguera con mechas de amarillo quemante, además de salmones y azules obsesivos, le hacia enfriar el aliento.

Cada vez que hinchaba sus pulmones, sentía como las espinas del temor despedazaban su carne, tanto o más fuerte que cada golpe de hacha.

Mientras, sin cuidado del asesinato que se estaba llevando a cabo, un pequeño niño – de esos tantos infantes anónimos de mocos colgando y carita sucia con tizne de

carbón- se revolcaba en el suelo simulando ser un arquero de fútbol.

Para cualquier extraño que pasare por el lugar, este pequeño universo le debiera haber parecido a lo menos curioso, y como no serlo, si estaba compuesto por un mocoso de rodillas negras de tanto chuño, que pretendía ser guardametas, sin pelota y sin arco, además de un árbol que lloraba su propia muerte, y que se revelaba por no tener la capacidad de arrancar sus pies de la dura tierra para defender su gustosa vida, y por último un leñador mecanizado en dar golpe tras golpe, como si diese muerte a su peor enemigo.

¡Ya niño de mierda! – dijo el leñador con su voz ronca y mal cuidada – anda a molestar a otro lao, que ya no ma’ te va a llegar un machetazo por la caeza.

El pequeño, sin mostrar una facción de disgusto por el reto, tomó su balón imaginario y se largó junto a la hinchada que vitoreaba su nombre y lo consagraba como el mejor ataja goles del mundo fantástico.

El hombrón, se detuvo para recuperar fuerzas y de paso hacerle el quite al sol que estaba más quemante que los mismísimos hornos de carbón que se levantaban como volcanes de barro estucado por todo el rededor. Cogió un tacho minero – regalo de su taitita que en las épocas malas se iba a los pirquenes, los cuales en una pésima jugada se convirtieron en su tumba – y arrancó un poco de agua de la acequia que regaba las pocas hectáreas que había dejado el río después de su última crecida.

El campesino sin ningún miramiento ocupó la misma sombra del espino moribundo, se bebió el agua del tacho de un solo gran sorbo, y luego comenzó a despotricar en contra de todo el mundo. Este gobierno de mierda que se ha olvidado del pueblo – refunfuñaba con sus amarillos y cariados dientes apretados – y don Juan que de seguro que ya nos cagó con la plata de la cooperativa. Y tu, espino de porquería, me hai teni’o toda la mañana cortándote.

Y pensar que he creci’o junto con tigo – dijo en voz alta el corpulento trabajador de la tierra, dirigiéndose al árbol - y que naciste tal como yo, por una azar de la vida – se respondió a si mismo - si po’ ... si mi vieja tenía 15 años no ma’, y el taita se empotó con ella, y bueno aquí estoy tratando de matarte pa’ vivir, tratando de matar a un amigo – sentenció irónicamente el campesino.


El árbol de espino, respiró profundo (sintiendo el dolor de la agonía y de la muerte cercana que no tenía vuelta atrás), y sin poder modular palabra alguna se preguntó por qué debía morir de manera tan poco digna.

Elevó sus ojos nublados con lágrimas de autocompasión y miró a su victimario. El espino lleno de impotencia, por primera vez en su vida reconoció la traición.

Recorrió detalladamente cada músculo de su agresor. Los gruesos y negros brazos que observó; menos esperanzas le otorgaban, la espalda gigante, que retenía cada bocanada de aire puro, más le aterrorizaba.

Al observar la rama más gruesa del Espino, quedaba en evidencia las marcas de los juegos infantiles que había colgado gustoso durante muchos años, ay, estos mocosos que me tienen todo encorvado, pero ay de mi si eligieran otro árbol – decía en la época de sus tiempos mozos y de mucha vanidad, dado que en sus cercanías se mostraban erguidos almendros, higueras y molles.

En tanto, algunos metros más allá, el pequeño futbolista cambiaba su oficio por el de carbonero, al igual que su padre, su abuelo y el papá de su abuelo. Con orgullo de carbonero le explicaba a otro niño – de esos que solo él podía ver – que el secreto de un buen carbón de espino, está en ir taconeando los hoyos del horno a medida que la leña se consume en el fuego. Sabí – agregó el pequeño – este horno lo construyó el abuelo de mi papá, cuando todo lo que puedes ver, y más allá de ello, incluso hasta donde está el mar, era de unos viejos ricos de la capital que decían que esta era la casita de veraneo del fundo – explicó repitiendo de memoria las palabras de su buen y preocupado padre.

En la actualidad la gran hacienda, no existe, dado que en los tiempos en que el pueblo tuvo el poder, sus tierras fueron entregadas a quienes realmente las trabajaban, a aquellos campesinos que se descrestaron desde que la luz se posaba en la tierra, hasta que el sol desaparecía tras el horizonte, solo para que los patrones tuvieran una vida europizada. Desde aquel entonces el espino se encargó de dar sombra a la miserable casita que los patroncitos de esas épocas les entregaban a los ingratos y revoltosos campesinos.

Tanto es el tiempo que el espino llevaba enterrado, compartiendo con los seres humanos y con esta familia en particular, que fue testigo del momento exacto en que su asesino – de unos 35 años de vida – fue engendrado. Pero como puedo saber que tu realmente me amas – decía suspicaz un ardiente muchacho, a una pequeña niña, hoy por hoy extinta – solo hay una forma de saberlo mijjita. Total lo hacimos parado y así jamás vas a quedar preñada – argumentó el descontrolado adolescente, quien con una calma total convertía en astillas el primer lecho conyugal de sus padres.

A su vez también presenció, cuando el hijo se convirtió en padre. Además observó los dramáticos sucesos de una noche sin estrellas, en la cual, una guagüita fue enterrada a sus pies, como si fuese abono para la tierra y luego como un grupo de perros hambrientos la descuartizó hasta no dejar nada de ella.

Tal como en las leyendas, la luna se escondió aquella maldita noche para no mirar, la aberración de un padre ignorante y desnaturalizado, que tras años de humillantes violaciones, se convirtió en padre del hijo de su hija, al cual tras el primer suspiro de vida (la enfermiza vida que le esperaba), le quitaron la oportunidad de vengar su mal nacimiento. Después una piña de perros hambrientos, tras el olor de la sangre fresca, sintieron el cuerpecito indefenso, y quizás quien sabe, aun con vida. Los canes vieron en él la posibilidad de hacer valer sus descontentos con los seres humanos que tantas penurias les habían provocado.

¡Chico! – gritó el malhechor – traete el cordel pa’ tumbar el espino.

El Arquero – carbonero, corrió sin cesar hasta el granero (lugar donde guardan las herramientas) cabalgando en su corcel de escoba, dejando a su pasar una estela de polvo que describía la calaña del temerario jinete.

Una vez con el cordel en sus manos el campesino hizo un lazo, de los mismos que usaba para pillar a los terneros más chúcaros y engancho la punta del espino, tomó nuevamente el hacha y golpeó con fuerza bruta la base del ya inconsciente árbol. Sujetó el cordel y guió la caída del gran pedazo de leña hacia un lado distinto de su pequeño hogar.

Papá,¿para que lo cortaste? – preguntó el mocoso.

Para hacer carbón – respondió el leñador.

Pero si esta lleno de espinos en todos lados – contraatacó el niño.

Bueno, acaso éste no uno más – se defendió el campesino.

Si pero este era mi amigo, y tuyo también – argumentó el infante.

El silencio invadió todo el campo, los recuerdos, la casona del patrón, la casucha de los empleados, el río, el cerro, los pájaros, la eternidad y a los dos parlantes.

Hijo – dijo el adulto, interrumpiendo el sagrado silencio – no te preocupes, es simplemente un árbol.

El árbol permaneció en el mismo lugar, tirado como basura, durante exactamente un año, el sol, la luna, la lluvia, el calor, la nubes, todo pasó por sobre él, incluso el despertar sexual de un pequeño, el último retoño de esta típica familia.

El mismo niño, ahora sin imaginación, cogió un hacha y comenzó a despedazar la madera, la hizo pequeños troncos y los metió en un horno, aplicó fuego y comenzó a tapar hoyo tras hoyo, para de esa manera hacer un buen carbón de un simple árbol. De un árbol que guardó todos los secretos de una historia de una familia que no tenía nada que contar. De un árbol que cansado de sufrir, se dejó incinerar, gritando con resignación su dolor, el cuál, ahora como carbón de espino lo tenía condenado a pasar de fuego en fuego, quemando sus últimas esperanzas e ilusiones.

FIN

lunes, 24 de diciembre de 2007

Plagio

Está tan bien escrito
que ni siquiera recuerdas
cuando pegaste la tinta en el papel.

Es por eso que esta autoría la hago mía,
espero tu silencio cómplice e ignorante
temeroso del ridículo.

Consciente de tu muerte
alzo mi trofeo
como una burla de un mal ganador.

Los ojos secos no existen y la memoria no olvida

Ya habían pasado varios años y me di cuenta nuevamente de mi estado erróneo. Si en algún momento pensé que los sentimientos de amor, cariño e incluso de locura se habían agotado, estaba errado, quizás confundido. Era tanto el tiempo transcurrido entre nosotros que aquellos ojos declarados en algún momento secos, incapaces de botar lágrimas, estaban nuevamente húmedos y peor aun, dispuestos a llorar... otra vez más.

Cuando la divisé, la duda no tuvo lugar, era ella, caminaba con la certeza de siempre, con aquella desesperante seguridad de saberse indiferente a todo, es decir no tener preocupaciones. Fue en aquel tiempo cuando creí que no querer nada libera de muchas presiones y ella en particular, eso lo manejaba a la perfección, pero debo reconocer que nunca supe si esa liberación la hacía feliz o no, al menos su mirada no reflejaba satisfacción.

Mis recuerdos se hicieron carne, mi piel se erizó, fue igual como la primera vez que nos hablamos. Mis manos temblaron, tal cual cuando vi como se escapaba tomada del brazo de otro sujeto. Mi cabeza se desordenó, al igual que cuando estuve en su vida, cuando fue solo para mí por algunos días. Pero lo peor de todo fue revivir los cuestionamientos, tal como cuando comencé a asumir su partida. ¿Por qué ese ser tan hermoso estuvo conmigo? ¿Por qué me eligió? ¿Por qué esa entidad tan maldita decidió destruir mi vida?.

Varios años atrás mientras paseaba pretendiendo acelerar el tiempo, la vi por primera vez. Aquella vez comprendí que era una mujer con una presencia paralizante. Detenía todo a su alrededor, (En realidad solo me paralizó a mí y aun no era una mujer tan solo era un niña que jugaba a ser grande).

La observé durante muchos segundos, y no tardó en girar su rostro y fijar su mirada en mí. Yo solo supe ponerme nervioso .Con el tiempo siempre me sorprendió con actitudes de aquel tipo... sabia cosas que nadie más era capaz de comprender.

Vestía de ropas holgadas y andrajosas, colores opacos, en tanto su pelo era oscuro, negro como la noche y poseía un mechón azul que dejaba en claro su particularidad, no era cualquiera. El mechón se perdía en su ondulado pelo. Rostro blanco como la leche derramada. Flaca –desnuda se veían sus costillas- con bellos pechos que luego supe cabían en la palma de mí mano.

De aquel primer encuentro, pasaron días. Para mí en lo personal fueron largos días. Estuve sentado en el mismo banco horas y horas soñando con volver a encontrarla. Al no saber de ella entré en un estado de colapso, leía todos los días la prensa, pensaba que alguna desgracia le podía haber sucedido. De los 12 hechos fatales registrados ninguno correspondía al de la muchacha que a esa altura me quitaba el sueño y el aliento.

A la tercera semana, ya con el alma derrotada y también mi ingenio, apareció, era como una burla, debía dejar de buscar para hallarla. Me volvió a mirar a los ojos, esta vez no con la seguridad de la maravillosa a impactante ocasión anterior.

Se acercó desesperada, su mirada pedía ayuda, cayó desvanecida en mis brazos. Al recibirla, me di cuenta de su polera manchada en sangre… había sido acuchillada.

Ese momento lo recuerdo, porque cuando huyó de mí, de nuestra relación, pensé mil veces en hacer lo mismo (acuchillarla, matarla) y en realidad de a poco me fui convenciendo que, quien intentó matarla antes, fue alguien que corrió la misma agridulce experiencia que yo, pero sólo tuvo más determinación.

Teniéndola en mis brazos, primero dudé en pedir ayuda, creía que casi por divinidad “Esperanza” como pronto me enteré era su nombre, había decidido morir entregada a mí. No obstante, y quizás por esa cobardía que siempre me invade, no supe resistir mi destino y grité rasgando mi garganta en sangre ¡ayuda!.

Fue así como conocí a Esperanza. Siempre me he cuestionado, entre muchas otras cosas, por qué no acepté mi destino y la dejé morir. Tal vez, fue justamente por retar al universo que todo luego salió tan mal.

Al verla hoy, me fijé que nuevamente iba del brazo de alguien, pero no era quien la desagarró de mi vida. Esperanza, repetía mi cabeza, mas mis labios no fueron capaces de salir de su inmovilidad y gritarle o tan sólo hablarle.

Cuando hacíamos el amor, siempre susurraba su nombre “Esperanza”, tal vez por que nunca perdí aquella sensación de obtener su amor, y dejar de ser solo quien la salvó de la muerte. Ella pagaba con su hermoso cuerpo mi gran acto de cobardía… mi rebelión contra el destino ¡debió morir en mis brazos!.

Cuando salió del hospital, me pidió si la acompañaba a su casa. En todo el camino no hizo más que reclamar contra el hijo de puta del delincuente y lo malo de la atención en el hospital. “Con tanto dolor mejor me moría” repetía a cada instante. También me miraba, sonreía y me decía pero “tu eres mí ángel, Me salvaste la vida”.

Una vez en su hogar, casa de gente rica, pero no su familia como se encargó de aclarar de inmediato, intentamos descansar. Para mí esa aclaración solo generó dudas, no sabía si no era su familia por falta de amor o exceso de vergüenza de su vida llena de lujos o realmente no compartían la sangre.

Ya oscureciendo se recostó en su cama. La miré con tranquilidad, fue la primera vez donde tuve tiempo de fijarme en sus detalles, en sus pequeñas manos, el lunar, acompañante inseparable de sus labios, en sus ojos café claros. También me percaté de mi eterno silencio mientras la acompañaba, tan solo había estado a su lado y callado, lo que al parecer a ella no le molestaba. Peor aun, mis palabras más elocuentes fueron “quieres descansar, si quieres me retiro” y ella antes que terminara de modular mí frase, reclamó mí compañía no quería estar sola. Me invitó a su cama.

La acompañé durante 3 días. Jamás la toqué, solo me dediqué a admirarla. Luego me preguntó si no tenía otra cosa hacer, ella creía necesario que me marchara, así lo hice. Me pidió no buscarla, dijo que ella lo haría.

A pesar de mí pena no emití juicio y esperé días y días, pero en esta ocasión no la busqué, ya sabía que hallarla no estaba en mis posibilidades. Y cumplió, llegó me tomó del brazo en la calle y me dijo al oído “mí ángel, te vas conmigo”… corrimos por una calle de cielo de árboles y tomamos de una botella de vino, llegamos a su casa y sin reparos me besó, se desnudó, sin palabras comenzamos a hacer el amor.

La tomé como si fuese lo más delicado que hubiese sostenido en mis manos, sentí su suave piel. Vi como lo oscuro de mi cuerpo, hacía su silueta brillar en la oscuridad. Con curiosidad y miedo toqué sus senos, besé su cuerpo, entré en ella.

Con el paso de los minutos, ella tomó mis manos, las apretó con fuerza, tensó todo su cuerpo, sentí como su estomago cosquilleaba, como la energía de nuestro amor (al menos para mí lo era) recorría su cuerpo tal cual un líquido quemante, como nos conectábamos… como ella se conectaba con sus sensaciones... como en besos interminables nos hacíamos uno, como se asfixiaba por que no había aire para respirar, como sus mejillas se calentaban, como su sexo se humedecía y sus pechos hervían agigantados… como su cuerpo comenzaba a relajase. Y justo cuando ya no era capaz de tener más placer, sus sentidos y los míos se embargaron en éxtasis.

Sentía sus sentidos agotados, sentía su cuerpo tembloroso, sus labios secos y su cuerpo flotando. Luego ebrios por el alcohol dormimos desnudos y queriéndonos, más bien queriéndola.

Esos fueron tiempos maravillosos, lamentablemente no perduraron, su entrega de amor era tan inestable como su emocionalidad y racionalidad, en momentos era imposible de seguir.

En esa época por primera vez en mi vida fui perseverante y estuve ahí... resistiendo estoico cada embate de su forma de ser... por qué si ayer me odiaba, hoy simplemente no podía estar sin mí. Es importante dejar en claro que jamás me pidió disculpas, simplemente parecía otra persona quien me miraba a los ojos de un día a otro y esta simplemente no supo que unas horas antes había basureado con mi persona.

Todos estos recuerdos llevaron que el volver a verla provocara en mí un estado de ansiedad ¿Habrá cambiado? ¿Será ahora la oportunidad para amarnos?.

Tal vez nunca me tomó realmente en cuenta justamente, en realidad yo jamás intenté que lo hiciera, jamás le pedí que fuese mía, tan solo estaba ahí para cuando ella me necesitaba. ¿Pero por qué me dejó de necesitar?

Hubo un periodo en que nos veíamos prácticamente a diario, parecíamos dos enamorados apunto de casarse. No obstante todo comenzó a declinar cuando de muy mal genio me gritó “me embarazaste hueón”. Verla enojada no impidió que me sintiera el hombre más feliz del mundo, sería padre ... tendría un hijo con la mujer más hermosa... con un alma libre... el chico se llamaría como yo, mi padre y mi abuelo.

Dos días después me despertó muy cariñosamente, irradiaba alegría, era una mujer feliz y me dijo “mi angelito, está todo bien, ya lo perdí”, se dio media vuelta y se marchó... en la puerta la esperaba un tipo alto, contra el cual físicamente no podía hacer nada. El tipo simplemente se la llevó. De aquel entonces hasta hoy, no la había vuelto a ver.

Esperanza, era una mujer libre.

Y cómo reacciono ahora, si mi gran sueño en estos largos años ha sido volver a encontrarla.. volver a estar con ella y casi como un poeta existencialista he prometido en mil ocasiones que cambio toda mí felicidad por tenerla sólo un momento, aunque sea jugando a que todo es como antes.

Giró su rostro, me miró, caminó en mi dirección... no pude respirar más, todo nuevamente se detuvo.